Paz a su restos. Siempre le recordaremos en cada verso oloroso a caña de azúcar y salitre.
Gracias por la poesía.
Víctor Villegas, poeta y abogado dominicano
perteneciente al movimiento poético "Grupo del 48"
o "Generación del 48" y "Premio Nacional de Poesía"
COMO NACIENDO AUN
He amado demasiado.
Pido perdón. Y punto.
He llorado demasiado.
Pido perdón. Y punto.
Amado y llorado con el
corazón ajeno,
con los ojos de los que en mí encendieron
la lágrima sencilla que fui desparramando
por el pueblo.
Está como naciendo aún
el pájaro caliente entre mis venas.
Asoma por mi piel su pequeña cabeza:
el mismo antiguo espanto de la tierra
asolada!
Mejor,
desde este instante,
pido perdón más allá de la muerte.
APOTEOSIS DE LA LUZ
En el principio era un túnel más allá de la muerte,
un eco sin metal, sin sonido de abejas,
era un silencio solo mordido por la ausencia,
y no había más guitarras
que el sueño de la lluvia,
y más pan que la espera del oro de los días.
En el principio era el tiempo. Ningún amor furioso
repartió por sus venas de lacerante fuego
el calor del deleite que emana de los cuerpos,
la tentación y el aire de los últimos labios
que mueren con la luna detrás de las ventanas.
ninguna mano, ni mil manos,
ni un millón de corales,
ni el pecho atravesado del ruiseñor, ni la ceniza,
ni el grito de los pueblos con sus ojos de aceite
buscando los paisajes,
nada a no ser una huella sin su pájaro
un latido sin cauce, una mirada ciega,
pudo de luz y ámbar inaugurar la espuma.
¡Entonces, ay, la estrella, los nardos, las espadas!
¡Cuántos rostros sombríos cayeron en las tumbas,
cuántos hijos pudieron desenterrar la sangre!
Ni siquiera la lluvia merece este lamento.
Cuando llegó el más fuerte y doblegó los bosques,
y crujió la madera y el corazón del hombre busca asilo
en un mundo de muerte inverosímil,
cuando las calles solas se hundían en las sombras,
y era confuso el beso y el llanto era confuso
como cola de gallo empujada por soldados,
quién pensaba en la furia del hacha redentora,
en la flecha que el joven capitán encendía,
Mañana es esta hora de alas infinitas,
La otra orilla estará poblada de luceros,
y habrá espacio en la mesa y niños como espigas,
y azúcar empapada de canto y de rocío.
Mañana como siempre caerán las amapolas.
Otra vez el principio, otra vez, sin embargo,
como una llama blanca.
Es difícil olvidarse de la gran sonrisa del Profe, especialmente porque era un gran ser humano y un poeta excepcional. Aunque no di letras con él sino con la laureada Profesora Irene Pérez Guerra, (en los tiempos cuando cursaba la cátedra en la Universidad Autónoma de Santo Domingo), de vez en cuando teníamos su grata visita y mis ex-compañeros lo abordaban con preguntas de todo tipo.
ResponderEliminarA veces cuando terminaban nuestras sesiones del Taller Literario Franklin Mieses Burgos de la Biblioteca Nacional, nos tropezamos con él en el café del Hotel frente al Parque Colón o en la librería Cuesta.