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TITANES DE LA POESIA ARABE: BADR SHAKIR AL-SAYYAB (1926-1964)


Poeta de origen iraquí, considerado como el pilar mas importante del "movimiento del verso libre" que en los años 40 renovó de manera estructural la poesía árabe. Este movimiento poético vincula a otros grandes poetas árabes como Nazik Al-Malaika, Albayati Abdulwahab y Shatbel Taqa, los cuales renovaron en un ángulo de 360 grados lo que hasta entonces se conocía como poesía árabe.

El poema mas importante de la amplia colección de trabajos de Al Sayyab, es el titulado "La canción de la lluvia" (1960) el cual es el mayor ejemplo de novedad discursiva y temática de la poesía árabe contemporánea.

Al Sayyab marcó un hito total en la poesía por la utilización de elementos tan intrínsecos como: la política y elementos sociales(heredados de su tendencia marxista) los cuales entremezclados con los elementos humanos, divinos y mitológicos, produjeron un sello muy personal en sus trabajos poéticos. Esta importante innovación poética-estructural lo sitio en el peldaño mas alto de la poesía árabe contemporánea.

La critica plantea sin embargo, que los trabajos poéticos de Al Sayyab tienen una influencia directa de las traducciones al árabe que produjera a importantes poetas como Louis Aragón, Hikmet, Edith Sitwell, T-eliot, entre otros. Cabe enfatizar que esto se debe principalmente a que Al Sayyab en su propia búsqueda de la renovación estructural de la poesía árabe, no dio lugar para el desprendimiento de los cánones de los usos y tradiciones, sino que planteó un modo de reciclaje cultural para dar paso a una extensa gama de imágenes humanas, espirituales y sensoriales que avistan un estilo meramente realista e individualista.

 
(w-d a.mercedes)
EL CANTO DE LA LLUVIA

Tus ojos son dos bosques de palmeras al alba
o dos almenas de las que se va alejando la luna.
Tus ojos, cuando sonríen, echan hojas las vides
y bailan las luces... cual lunas en un río
que estremeciera el remo débilmente al alba.
Se diría que en sus profundidades brillaran las estrellas.
Se ahogan en nieblas de una tristeza transparente
como el mar sobre el cual la tarde extiende sus manos
llevando el calor del invierno, el temblor del otoño
la muerte, el nacimiento, la oscuridad, la luz.
Despiertan todo mi espíritu el temblor del llanto
y una embriaguez salvaje que abraza al cielo
como el delirio del niño cuando teme a la luna.
Se diría que el arco iris bebiera de las nubes
y gota a gota se fundiera en la lluvia...,
parlotearan los niños en los lechos de las vides
e hiciera cosquillas al silencio de los pájaros en los árboles
el canto de la lluvia...
Lluvia...
Lluvia...
Lluvia...
Bosteza la tarde y las nubes aún siguen
goteando sus pesadas lágrimas.
Al igual que un niño que balbucea antes de dormir
porque su madre, se despertó hace un año
y no la encontró, después de insistir
le dijeron: "mañana volverá..."
Sin duda volverá.
Aunque los amigos murmuren que ella está aquí
junto a la colina, durmiendo el sueño de las tumbas,
comiendo a puñados de su tierra, bebiendo la lluvia.
Al igual que un pescador triste recoge las redes,
maldice las aguas y el destino
y esparce la canción mientras se oculta la luna.
Lluvia...
Lluvia...
¿Sabes qué tristeza suscita la lluvia,
cómo sollozan los canales cuando se derrama,
qué perdido se siente el que está solo?
Sin fin, como la sangre derramada, como los hambrientos,
como el amor, como los niños, como los muertos, ¡es la lluvia!
Tus pupilas me rodean con la lluvia
y a través de las olas del golfo peinan los relámpagos
las costas de Iraq con estrellas y madreperlas
como si desearan la salida del sol
pero la noche extiende sobre ellas un manto de sangre.
Grito al Golfo: "¡Golfo,
tú, que das perlas, madreperlas y muerte!
Regresa el eco
como si gimiese:
"¡Golfo,
tú, que das madreperlas y muerte...!"
Casi puedo oír a Iraq atesorar truenos,
apilar relámpagos en las llanuras y los montes,
cuando arrancan su sello los hombres
y los vientos no dejan de Thamud
un solo resto en el valle.
Casi puedo oír a las palmeras beber lluvia,
oír a las aldeas gemir, a los emigrantes
luchar con remos y velas
contra los temporales del golfo y los truenos cantando:
"Lluvia...
Lluvia...
Lluvia...
En Iraq hay hambre
y la época de la cosecha esparce los granos
para que se sacien los cuervos y las langostas
mientras pulveriza los graneros y las piedras
una muela que gira en los campos... A su alrededor,
hombres.
Lluvia...
Lluvia...
Lluvia...
¡Cuántas lágrimas derramamos la noche de la partida!
Después nos distrajimos por temor a hacernos reproches, con la lluvia...
Lluvia...
Lluvia...
Desde que éramos pequeños, estaba el cielo
cubierto en invierno
y caía a cántaros la lluvia.
Cada año, cuando la tierra se cubría de hierba, sentíamos hambre,
no pasó un solo año en Iraq que no hubiese hambre.
Lluvia...
Lluvia...
Lluvia...
En cada gota de lluvia
hay un brote rojo o amarillo, de los jardines de las flores.
cada lágrima de los hambrientos y los desnudos,
cada gota derramada de la sangre de los esclavos
es una sonrisa que espera una nueva boca
o un pezón que se sonrosa sobre la boca del nacido
en un mundo joven del mañana, ¡dador de vida!
Lluvia...
Lluvia...
Lluvia...
Se cubrirá de hierba Iraq con la lluvia..."
Grito al Golfo: "¡Golfo,
tú que das perlas, madreperlas y muerte!"
Regresa el eco
como si gimiese:
"¡Golfo,
tú, que das madreperlas y muerte...!"
Esparce el golfo parte de sus grandes tesoros
sobre las arenas: espuma de salobre, madreperlas,
fragmentos de huesos de un miserable ahogado
emigrante que sigue bebiendo la muerte
del fondo del golfo y de su abismo.
En Iraq mil víboras beben el néctar
de una flor que el Éufrates alimenta con rocío.
Oigo al eco
sonar en el golfo:
"Lluvia...
Lluvia...
Lluvia...
En cada gota de lluvia
hay un brote rojo o amarillo de los jardines de las flores.
Cada lágrima de los hambrientos y los desnudos,
cada gota derramada de la sangre de los esclavos
es una sonrisa esperando una nueva boca
o un pezón sonrosado sobre la boca de un niño
en el mundo joven del mañana, ¡dador de vida!
Y llueve a cántaros...
(Traducción María Luísa Prieto)


EL POETA MALDITO
"a Charles Baudelaire"

Llevas a la lucha tu espada oxidada,
se agita en una mano que casi abrasa al cielo
por su sangre inflamada e iluminada,
queriendo desgarrar al aire.
Reúnes a las mujeres
en una mujer cuyos labios son sangre sobre hielo
y su cuerpo engañoso y necio
es una víbora caminando, almohada sobre el lecho...
No quieres
abrir los tragaluces para que entre la luz,
para no sentir que es vida.
Oriente alza ante tus ojos los velos,
casi abrazas la belleza junto al trono de Dios,
casi la ves relucir en una nube de fragancia y luz.
La ves en el pezón de un seno que enciende las estrellas
con su rojez...
La muestras saliendo
de una tumba, la arrastra la nube de humo,
a su sombra pobre fugitiva duerme
un príncipe rodeado de copas y esclavas,
su grandiosa morada en ruinas
es una de las islas del coral,
mar que purifica a Lesbos con salobre.
Tu espíritu lo bebe desde el eco al abismo
cual si Safo te heredara un fuego en las venas,
y tú no abrazaras sino tu eterno sueño
como quien abraza su espectro asomado a un cristal.
¡Fuego de Narciso, Tántalo y los frutos!
Se diría que la indolente y lánguida África
(sus ríos caudaloros, los atabales,
sus espesos bosques de sombras y lluvia,
su húmeda sequía... la luna)
se envolviera en una mujer que perdió el honor,
y mamaras de ella veneno y llamas,
y sobre ella gotearas tu estraña pócima...
Se diría que desde la nube de humo y noche
te alzaras, entre un mundo que tensan los latidos del oro
y un mundo de imaginación y pensamientos,
desde un muro de embriaguez,
tras su sombra te acurrucas sin que te hiera la humanidad.
Entré por tu pecaminoso libro
al huerto de la sangre que arde con las flores,
bebí el néctar de sus letras,
senos de una loba en las estepas,
su leche es furia
y su sombra fecundidad.
Me sumergí, las olas me golpeaban
arrojándome de una orilla a otra vieja orilla.
Llevé desde su abismo la madreperla del castigo
te la llevo a ti.
¡Tiéndeme las manos!
¡Aparta las rocas y la tierra!
 (Traducción María Luísa Prieto)



ciudad-lagui (Amparo Varo)

CIUDAD DEL ESPEJISMO


Crucé Europa hacia Asia
mientras se ocultaba el día.
Se diría que los montes y los mares
fuesen colinas y riberas de la acequia
donde brincaran los niños.
Del alba al ocaso
se abrazan norte y sur,
duermen las praderas en los desiertos.
Tú, mi amante, te asemejas a las estrellas lejanas,
se diría que entre nosotros hubiese un muro de sueños.
Mis manos te abrazan, exprimen un cadáver inerte,
como si abrazase mi sangre sobre piedras
en una casa cuyos ladrones fuesen los vientos, el mediodía, las nubes,
su tarde la quietud y las estrellas,
y su aurora una espera.
Los años se extienden ante nosotros: sangre y fuego,
les tiendo puentes
pero se vuelven un muro.
Y tú sigues en el abismo de tus profundos mares.
Me sumerjo sin tocarlos, me golpean las rocas,
descarnan las venas de mis manos, pido ayuda: "¡Wafiqa!
La criatura más cercana a mí eres tú, compañera
de los gusanos y las sombras".
Durante diez años he caminado hacia ti, amante que duermes
conmigo detrás de su muro, duermes en su mismo lecho,
y no tiene fin mi viaje
hacia ti, ¡ciudad del espejismo, destrucción de su vida!
Crucé Europa hacia Asia
mientras se ocultaba el día,
tú eres mi amante, ciudad alejada,
cerradas están sus puertas, tras ellas me detengo a escuchar.
(Traducción María Luísa Prieto)

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